La luz etérea y azul de la luna caía sobre la luz mineral y azul de la turquesa vivificando los rasgos de la máscara con una especie de palpitación; y las dos pupilas de brillante obsidiana negra prendían en sus orbes perfectos diminutas imágenes de la luna que prestaban a la máscara una mirada humana y sin embargo inhumana, natural y, sin embargo, sobrenatural. La Virgen sonreía al planeta femenino como a una amiga que entiende sin palabras.
- Si - dijo la máscara a la Virgen -, me has echado. Y ahora estas tú donde yo estuve siglos enteros. Pero somos dioses y no medimos el tiempo con el mismo reloj que los hombres.
- Yo soy modesta en mis aspiraciones - contestó la Virgen -. Las mujeres solemos serlo. Y me contento con salir ganando por ahora.
- ¿ Y cómo sabes que aún por ahora sales ganando ? Ahí estas sentada entre los hombres con tu Niño en brazos, para darles el espectáculo de la dulzura, de la paciencia y de la abnegación. Pero cuanto más te miran, más piensan en mí. Cuanto más te ceden, más me pertenecen. Cuánto más me aman, más matan.
- No cuando aman con mi amor - replicó la Madre sonriendo al Niño.
Las dos lunas diminutas brillaron dentro de sus orbes de obsidiana negra con luz más aguda, y una sonrisa pareció torcer ligeramente la boca cuadrada de la máscara de turquesa.
- ¿ Pero pueden ? Yo no sé si lo habrás logrado con tus europeos. Pero aquí sabemos que si no se vierte la sangre generosamente a nuestros pies divinos, se vierte miserablemente en tabernas, burdeles y mercados. De modo que, sangre por sangre, más vale verterla hacia arriba, en un gesto de sacrificio. que hacia abajo, hacia el arroyo. Mis sacerdotes, en cuanto han abierto de una cuchillada el pecho de nuestras víctimas, alzan en triunfo el corazón palpitante hacia a mí. Nada de sangre como no sea al Dios. Tal es nuestro credo. Ahora vienes tu, con tus soldados, ignorantes todos del modo de vivir de mi nación, ¿y qué es lo primero que cambian ustedes ? Nada de sacrificios humanos. ¿ Quienes son para decir que es menester que cesen los sacrificios ? ¿ Es razón suficiente el mero hecho de que no le gusten ?
Alonso no sabía si estaba despierto o dormido, pero sí observó que los ojos negros y azules de la máscara lanzaban una mirada de desafío a la imagen siempre plácida de la Virgen.
- Sí, lo es - contestó con firme dulzura la Virgen, sin apartar la amorosa mirada de su niño, sin mirar nunca a la máscara-. Lo es, porque son hombres en cuyo corazón brilla para siempre la luz que mi Hijo... encendió, y está luz no puede extraviarlos.
La máscara miró a la Virgen con desdén:
-¡ Al fin y al cabo, sentimental como mujer!... ¿ No ves que tu Hijo no puede ser autoridad para ser citada en contra de los sacrificios humanos ? ¡ Pero si no hay ni un solo Dios azteca que no esté verde de envidia al pensar en la idea que se le ocurrió a él: hacer de sí mismo la víctima de un sacrificio humano, celebrado todos los días en todas partes por millones de sacerdotes !... ¡ Y aún te atreves a alzar la voz contra los sacrificios humanos !
- Te compadezco, pobre dios de las tinieblas - replicó la Virgen -. No ves la diferencia entre un Dios que exige una víctima cada día y un Dios que se ofrece a si mismo cada día como víctima a los humanos. Mi hijo da a los hombres todo lo que tiene y ellos no podrán nunca pagárselo ni aún con toda su vida de abnegación.
- ¿ Y qué esperanza les queda ? - replicó la mácara pesimista; y luego añadió-: Pero de todos modos, no es cosa que pueda evocar eco en mi nación. Toda esa contabilidad el sacrificio sabe a religión nacida en el seno de un pueblo comercial, acostumbrado a discutir en toma y daca con los dioses. Mis aztecas son un pueblo de guerreros que no entienden el dar y el tomar como cosa de cambio. Sólo comprenden la guerra: toma el que gana, da el que pierde. Y saben perfectamente que cn los dioses no hay más que dar. Darlo todo. La vida. Somos exigentes y absolutos. Exigimos el corazón, y además, palpitante. Así, conseguimos que nuestra nación este siempre fuerte de salud, valiente hasta el desprecio de la vida y, por lo tanto, noble hasta el desprecio de la riqueza, libre, limpia e incorruptible. Pero si lavas mis teocallis de costra de sangre humana y metes en ellos esa ilusión femenina poética y bonita de un sacrificio divivno que no es un sacrificio ¿ Crees tu que estos hombres de agua se van a contentar con tus vaporosos sueños ? No, créeme, no. Continuarán los sacrificios humanos, pero a Dioses más bajos que a nosotros.
La Virgen tomó un rostro grave:
- Mis hombres y mis mujeres lo evitarán. Mezclarán su sangre y su alma con la sangre y el alma de tu nación. En el fondo de las generaciones venideras, río de aguas mezcladas, triunfarán mi alma y mi espiritu sobre tu espiritu y tu alma. Tu nación transfigurará sus energías animales en canción, color y forma. Construirá vastos templos de belleza, bosques de piedra a la gloria del Señor, donde sus almas arderán como cirios ante los altares de mi Hijo.
Extracto: El corazón de piedra verde(Libro III. Fe sin blasfemia)
- Si - dijo la máscara a la Virgen -, me has echado. Y ahora estas tú donde yo estuve siglos enteros. Pero somos dioses y no medimos el tiempo con el mismo reloj que los hombres.
- Yo soy modesta en mis aspiraciones - contestó la Virgen -. Las mujeres solemos serlo. Y me contento con salir ganando por ahora.
- ¿ Y cómo sabes que aún por ahora sales ganando ? Ahí estas sentada entre los hombres con tu Niño en brazos, para darles el espectáculo de la dulzura, de la paciencia y de la abnegación. Pero cuanto más te miran, más piensan en mí. Cuanto más te ceden, más me pertenecen. Cuánto más me aman, más matan.
- No cuando aman con mi amor - replicó la Madre sonriendo al Niño.
Las dos lunas diminutas brillaron dentro de sus orbes de obsidiana negra con luz más aguda, y una sonrisa pareció torcer ligeramente la boca cuadrada de la máscara de turquesa.
- ¿ Pero pueden ? Yo no sé si lo habrás logrado con tus europeos. Pero aquí sabemos que si no se vierte la sangre generosamente a nuestros pies divinos, se vierte miserablemente en tabernas, burdeles y mercados. De modo que, sangre por sangre, más vale verterla hacia arriba, en un gesto de sacrificio. que hacia abajo, hacia el arroyo. Mis sacerdotes, en cuanto han abierto de una cuchillada el pecho de nuestras víctimas, alzan en triunfo el corazón palpitante hacia a mí. Nada de sangre como no sea al Dios. Tal es nuestro credo. Ahora vienes tu, con tus soldados, ignorantes todos del modo de vivir de mi nación, ¿y qué es lo primero que cambian ustedes ? Nada de sacrificios humanos. ¿ Quienes son para decir que es menester que cesen los sacrificios ? ¿ Es razón suficiente el mero hecho de que no le gusten ?
Alonso no sabía si estaba despierto o dormido, pero sí observó que los ojos negros y azules de la máscara lanzaban una mirada de desafío a la imagen siempre plácida de la Virgen.
- Sí, lo es - contestó con firme dulzura la Virgen, sin apartar la amorosa mirada de su niño, sin mirar nunca a la máscara-. Lo es, porque son hombres en cuyo corazón brilla para siempre la luz que mi Hijo... encendió, y está luz no puede extraviarlos.
La máscara miró a la Virgen con desdén:
-¡ Al fin y al cabo, sentimental como mujer!... ¿ No ves que tu Hijo no puede ser autoridad para ser citada en contra de los sacrificios humanos ? ¡ Pero si no hay ni un solo Dios azteca que no esté verde de envidia al pensar en la idea que se le ocurrió a él: hacer de sí mismo la víctima de un sacrificio humano, celebrado todos los días en todas partes por millones de sacerdotes !... ¡ Y aún te atreves a alzar la voz contra los sacrificios humanos !
- Te compadezco, pobre dios de las tinieblas - replicó la Virgen -. No ves la diferencia entre un Dios que exige una víctima cada día y un Dios que se ofrece a si mismo cada día como víctima a los humanos. Mi hijo da a los hombres todo lo que tiene y ellos no podrán nunca pagárselo ni aún con toda su vida de abnegación.
- ¿ Y qué esperanza les queda ? - replicó la mácara pesimista; y luego añadió-: Pero de todos modos, no es cosa que pueda evocar eco en mi nación. Toda esa contabilidad el sacrificio sabe a religión nacida en el seno de un pueblo comercial, acostumbrado a discutir en toma y daca con los dioses. Mis aztecas son un pueblo de guerreros que no entienden el dar y el tomar como cosa de cambio. Sólo comprenden la guerra: toma el que gana, da el que pierde. Y saben perfectamente que cn los dioses no hay más que dar. Darlo todo. La vida. Somos exigentes y absolutos. Exigimos el corazón, y además, palpitante. Así, conseguimos que nuestra nación este siempre fuerte de salud, valiente hasta el desprecio de la vida y, por lo tanto, noble hasta el desprecio de la riqueza, libre, limpia e incorruptible. Pero si lavas mis teocallis de costra de sangre humana y metes en ellos esa ilusión femenina poética y bonita de un sacrificio divivno que no es un sacrificio ¿ Crees tu que estos hombres de agua se van a contentar con tus vaporosos sueños ? No, créeme, no. Continuarán los sacrificios humanos, pero a Dioses más bajos que a nosotros.
La Virgen tomó un rostro grave:
- Mis hombres y mis mujeres lo evitarán. Mezclarán su sangre y su alma con la sangre y el alma de tu nación. En el fondo de las generaciones venideras, río de aguas mezcladas, triunfarán mi alma y mi espiritu sobre tu espiritu y tu alma. Tu nación transfigurará sus energías animales en canción, color y forma. Construirá vastos templos de belleza, bosques de piedra a la gloria del Señor, donde sus almas arderán como cirios ante los altares de mi Hijo.
Extracto: El corazón de piedra verde(Libro III. Fe sin blasfemia)
Comentario: Salvador de Madariaga, logra ofrecer una imagen verosímil del contraste de dos mundos muy dispares, y mostrar la conmoción que la Conquista produjo en los corazones de España y América. Aparecen aquí las historias de Moctezuma y Cortés, de Cuauhtémoc y Bernal Díaz, de los españoles y aztecas que vivieron en una época crucial del desarrollo de las civilizaciones. Una serie de personajes -algunos entrañables, otros deleznables, todos humanos- desfilan por las páginas de esta trilogía.
De la Imagen: CorazónEscultura en piedra verde que representa un corazón humano. El corazón era el símbolo del alma y por lo tanto lo más preciado que podía obsequiarse a los dioses.
Es un libro espectacular, que leí hace algun tiempo, dos pueblos en conflicto, la cultura y creencias de cada uno, dentro un marco magistral que te situa en la época, una de sus partes excepcionales es esta discusión entre la Virgen y la máscara turquesa de Huitzilopochtli, donde realmente aparecen dos mundos, dos formas de ver la espiritualidad de un lado y otro del mar. Excelente. Saludos
ResponderEliminarVeronica, ya tambien lo leí hace un tiempo, y en una conversación el domingo, salío a relucir, por supuesto, que no vacile, en refrescarlo. Y esta parte de de la trilogía, refleja el contraste de dos mundos, de dos culturas. Un abrazo
ResponderEliminarmuy bonito
ResponderEliminaralgo complejo para mi,
pero bonito
Que bueno José, que te guste, cuando tengas oportunidad, te recomiendo el libro desde el principio, se que te gustara, principalmente la segunada parte. Y las descripciones son magicas. Un abrazo
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarNo he leido el libro, los libros, pero tienen que ser de lo más interesante. El tema de las diferentes culturas es tan amplio... Si te soy sincero, creo que conquistar otra cultura para imponer la propia es un crimen contra la autodeterminación humana. Si me baso en la cultura Azteca, que no la conozco, seguramente les daría la razón. Si por el contrario lo hago basándome en la de los "españolitos" de la época, es muy probable que también se la diese, la razón digo. Sin embargo como no puedo hacer ni una cosa ni la otra, basaré mi opinión en la cultura en la que vivo y por supuesto en mi parecer...Destrozar una cultura a base de implantar otra porque unos dicen que su dios es el único dios es como decir que esa deidad es un dictador de la creencia. Verás, yo no creo en la religión, en ninguna religión. Entiendo que a nivel universal exista algo, pero no lo definiría como deidad religiosa. El hombre es el único creador de su cultura y las religiones que predica son las que él mismo ha inventado. Mi pregunta es, ¿antes de que existiesen los dioses, que existía?...¿más dioses?...cómo ves es el pez que se muerde la cola. La cultura es la única respuesta que puedo encontrar a esas preguntas. Y la cultura, como te comento, tan sólo la crea el hombre.
Chema, comparto tu opinión en imponer una creencia o cultura sobre otra, la trilogia presenta el choque de ambas de culturas, la segunda parte tiene mucho de sacrificio a los dioses (aztecas) con el corazon aun latiendo haciean su ofrenda, tiene muchos angulos pero su narrativa es de primera. El tiempo y el espacio, ha variado. Un fuerte abrazo, mi amigo
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